Un accidente de avión no sólo terminó con su vida, sino de los críticos Angel Rama y Martha Traba, del escritor peruano Manuel Scorza, de la pianista Rosa Sabater. Hoy es recordado como un autor que cada día es leído por los más jóvenes, como una contracara de Juan Rulfo: ambos autores sustanciales para comprender este país.
Ciudad de México, 22 de enero (Sin Embargo).- Llegas a México y comienzas a escuchar su apellido. Que lleva una diéresis tipo alemana, aunque Ibargüengoitia es más vasco que la pelota y que en términos literarios es la contracara de Juan Rulfo.
Si el autor del El llano en llamas o de Pedro Páramo tenía toda la tristeza del mundo, tan aplicada para México que todo lo exagera, lo lleva hasta el paroxismo, Jorge Ibargüengoitia era la ironía –un bien escaso en este país- parado sobre todo en la corrupción y en cómo vivimos con el delito.
“Si Juan Rulfo elevó la literatura mexicana a una narrativa tan telúrica como trans–temporal, tan inserta en las fatalidades de su historia como en sus relatos de cacicazgos violentos, tan magistral en el reflejo de la pervivencia de los muertos y su nostalgia amorosa, que hablan igual que si estuvieran vivos y al hacerlo construyen un espacio extraordinario de lo que se debe aceptar y valorar como ficción moderna en un rango superior, Las muertas, de Jorge Ibargüengoitia, elabora una novela en la que la tierra aparece con todo su peso temporal, irónica frente a los determinismos de sus instituciones corruptas (gobierno, ley, religión, trabajo), funérea en su sarcasmo de la ignorancia y la incuria y deslumbrante en su retrato de mujeres explotadas por parte de un par de hermanas lenonas en un confín del centro de México: la degradación de vivos que hablan como si estuvieran muertos”, dijo Sergio González Rodríguez (1950-2017), analizando Las muertas, “su mejor novela, junto con Estas ruinas que ves y Los relámpagos de agosto”, según dice.
“Amo su estilo y su prosa simple y satírica, que refleja el ser mexicano. Lo descubrí por la recomendación de un amigo, cuando llegue a México en el 2002. Y me gustó tanto que las veces que fui a Guanajuato visité su casa. Me gustan mucho Las muertas y Los pasos de López. En realidad me gusta todo…”, dice la periodista Olga Wornat cuando le preguntamos qué mexicano leía. Así se trata de él, alguien muy ligado a México y alguien que podría haber escrito todavía.
Jorge Ibargüengoitia nació en Guanajuato el 22 de enero de 1928 y murió en el Vuelo 011 de Avianca, junto a otros invitados al “Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana”, por parte del gobierno colombiano, el 27 de noviembre de 1983. Tenía 55 años.
Rosa Sabater, pianista española, galardonada con el Premio Creu de Sant Jordi poco antes del accidente; Marta Traba, reconocida escritora y crítica de arte de nacionalidad argentino-colombiana; Ángel Rama, escritor y destacado ensayista uruguayo, cónyuge de Marta Traba y Manuel Scorza, novelista, poeta y editor peruano de la Generación del 50, fueron otros de los fallecidos.
“Si no ha leído a Jorge Ibargüengoitia, compre alguno de sus libros y léalo. Es muy probable que no encuentre nada en las librerías españolas, lo que demuestra, una vez más, que la vida puede estar muy bien, pero el mundo está muy mal. Si tiene un amigo en México, consiga que le envíe las obras de Ibargüengoitia. Si no tiene ese amigo, laméntelo amargamente. Insisto: lea a Ibargüengoitia”, el reclamo de Enric González, en 2007, sobre el libro Instrucciones para vivir en México (de Planeta México).
Lo que es cierto, que al decir de Juan Villoro, uno de sus máximos cultores y difusores, cada día se lee más.
Durante una conferencia sobre el autor en el Colegio Nacional de la ciudad de México, Villoro dijo que Jorge Ibargüengoitia “era como el pariente más disparatado y estrafalario de nuestra tribu, yo me pregunté si algún otro mexicano nos podía unir de esta manera tan íntima y entrañable; entonces llegué a la conclusión de que era el gran tío mítico de todos nosotros”, dijo Villoro, calificando su obra de “entrañable”, “pues porque pocos escritores han capturado el tono coloquial de las tertulias, de los chismes y los rumores y en Jorge hay un sentido espontáneo de contar que recuerda el secreto traicionado y el malentendido”.
Consultado por nosotros, Juan expresó que Ibargüengoitia podría estar vivo todavía. “Bueno, es una gran tragedia lo de él, porque podría estar vivo hoy en día y podemos nosotros pensar que había como 30 libros posibles. Además, en el caso de Ibargüengoitia la literatura que estaba haciendo iba ganando en profundidad, en complejidad. Si uno ve libros últimos de él como Dos crímenes o Las muertas, se está orientando a cierto tipo de literatura cada vez más profunda, más sofisticada, en la construcción de personajes. En ocasiones es venturoso que un autor muera, porque José Emilio Pacheco le gustaba hacer el ensayo “contrafactual” de qué hubiera pasado si López Velarde no hubiera muerto a los 33 años. Él dice posteriormente uno de sus alumnos, Miguel Alemán, llegó a ser Presidente y él le hubiera dado un “hueso” muy apetitoso en la función pública. Como López Velarde tenía una tendencia cívica y religiosa tal vez se hubiera convertido en un poeta demagógico y retórico, le hubiera tocado la guerra cristera, qué hubiera dicho de ella, tal vez la hubiera anticipado, a lo mejor se hubiera arruinado. Lo mejor es que siempre un autor viva lo más posible, es lo que creo”, afirmó.
“Ibargüengoitia privilegia la sedimentación de la historia como farsa en la imaginación convencional, su condición de catecismo civil y procede a analizar narrativamente sus argucias legitimantes por medio de una feroz parodia del estilo, aplicándole a destiempo el sinsentido común, buscando en su tejido interior la razón de la sinrazón característica de la débil cultura política y moral del país”, dijo El académico y escritor Guillermo Sheridan, quien compiló en cuatro libros los artículos que Ibargüengoitia escribió para el viejo diario Excélsior (quizá el más famoso sea Instrucciones para vivir en México).
“En un país en el que los que pierden las batallas son los que llegan más lejos, Ibargüengoitia consigue, como quizá ningún otro narrador en México, con una asombrosa economía de medios, un retrato perfecto de la lacónica idiosincracia mexicana en su lenguaje: en el retórico y el coloquial. Detrás de ambas formas del silencioso disimulo, traza una cotidianeidad que sobrevive las ruidosas olas de la historia con un escepticismo total”, afirmó.
Ibargüengoitia nació en Guanajuato y se fue al Distrito Federal porque quería ser ingeniero, pero decidió que lo suyo eran las letras. Fue discípulo del dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli (1905-1979). Sus inicios en la escritura ocurrieron en 1954, cuando se reveló como autor teatral con su comedia estudiantil Susana y los jóvenes, a la que siguieron Ante varias esfinges, El atentado, Clotilde, el viaje y el pájaro y La conspiración vendida.
La primera novela, Los relámpagos de agosto, una sátira de la Revolución Mexicana, ganó en 1964 el prestigioso Premio Casa de las Américas . Con Las muertas (1977), basada en la historia real de una banda de lenonas conocidas como “Las Poquianchis”, se consolidó entre el gusto de los lectores.
“Una mirada que se deduce de su manera de ver el mundo, que era una visión crítica de la sociedad, de la realidad y de las autoridades. Visión que Jorge hizo con un sentido del humor muy acuciado, sobre todo cuando se refería a la historia de México. Para mí destacan y me interesan mucho sus obras de teatro que fueron muy maltratadas en su tiempo a pesar de que eran muy interesantes, irónicas y sarcásticas ya que fueron escritas saliendo del realismo. Creo que esto fue algo que a Jorge le decepcionó, por eso se salió, dejó el teatro y prefirió la novela”, opinaba Vicente Leñero (1933-2014).
LOS 90 AÑOS DE JORGE IBARGÜENGOITIA
Hoy hubiera cumplido 90 años. Aceptado como un autor imprescindible para entender México, Jorge Ibargüengoitia será recordado en numerosas mesas y actos, a cargo de la Cineteca Nacional y el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Hoy, Bárbara Colio hablará de la película Dos crímenes (1993), de Roberto Sneider.
El 29 de enero, Paulette Jonguitud hablará de Estas ruinas que ves (1978), de Julián Pastor.
Ambas charlas se darán en el encuentro Literatura y cine, que organiza la Cineteca Nacional.
Mañana, martes 23, se llevará a cabo la mesa “Jorge cronista: 90 años de Jorge Ibargüengoitia”, con Diana del Ángel, Ana García Bergua y Juan Villoro, en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes.
En el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, se llevará a cabo la charla “Instrucciones para leer a Jorge. 90 años de Jorge Ibargüengoitia”, el día 24, y contará con la participación de Tanya Huntington, Verónica Murguía, César Tejeda y Richard Viqueira.
En la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, el 31 de enero será la apertura del ciclo Letras jóvenes con “El humor literario después de Ibargüengoitia”, en la que participarán Guillermo Espinosa Estrada, Eduardo Huchín y Amaranta Leyva.
Mientras tanto, grupo Planeta, editor de toda su obra en el legendario sello Joaquín Mortiz, publicará dos libros infantiles de cuentos y obras de teatro, además de un póster conmemorativo ilustrado por Fernanda Galván que se dará a sus seguidores.
Los relámpagos de agosto, su primera novela y ganadora del Premio Casa de las Américas en 1964, Jorge hace gala de la fina ironía que le caracterizaba al presentar el lado humorístico de la novela de la Revolución Mexicana, donde deja de lado las anécdotas dolorosas al revelar las memorias de un General caído en desgracia con un tono que mezcla la parodia y el absurdo.
Obras publicadas por Joaquín Mortiz:
Las Muertas, están ambientada en el México más siniestro e inspirada en el caso de Las Poquianchis, las hermanas proxenetas que por más de quince años engañaron a mujeres, las privaron de la libertad y las obligaron a prostituirse.
En Maten al león, el guanajuatense plasma su alto sentido inquisidor al recrear a un dictador en la isla caribeña de Arepa, aunque ese mundo bien podría ubicarse en la mayoría de los países latinoamericanos, donde en no pocas ocasiones quienes están en el poder cometen abusos que quedan impunes.
Los pasos de López: En el Bajío personal de nuestro autor se fragua, con humor implacable, paródico y antisolemne, la Independencia de México. Desde el encuentro casual del cura Periñón y el teniente Matías Chandón, hasta el día en que el primero resuelve firmar su abjuración poniendo al calce “López”, transcurre una de las novelas más finas de Ibargüengoitia. En ella se encarga —sin segundas intenciones— de desmitificar la esta heroica insurgente con una inigualable sucesión de enredos y aventuras que nos obliga a seguirlo a un final más o menos feliz
Dos crímenes, confluyen los factores que caracterizan la obra de Ibargüengoitia: la provincia, la mirada crítica y los personajes cínicos, donde no hay buenos ni malos, sino seres ruines en diverso grado, hasta llegar al descaro, que tienen acciones que reflejan mucho de avaricia, mentiras, envidias e intrigas y que, finalmente, llevan a situaciones que dan título a esta obra que bien podría considerarse una novela policiaca.
Para los niños de 8 y 10 años habrá Ibargüengoitia ilustrado. En marzo saldrán publicados en el sello Planeta lector Piezas para niños, que incluyen tres obras de teatro ilustrados por Manuel Monroy y Cuentos para niños, que son siete relatos ilustrados por Juan Palomino. Ambos libros cuentan con un prólogo de Francisco Hinojosa.